segunda-feira, 12 de julho de 2010

58 - FRONTERAS DE LA BONDAD

Cambié de pensión recientemente. La noche pasada, un gato enfermo entró en crisis convulsiva en la puerta de la casa donde ahora estoy viviendo. Por estos días yo hice una observación a la nueva patrona: Como ella alimenta gatos abandonados y los deja entrar en casa, incluso ese que está enfermo, le dije que recientemente leí una información sobre una investigación realizada por científicos americanos, los cuales catalogaron más de cien enfermedades que son transmitidas a los humanos por los animales domésticos; le sugerí para no dejar los bichos entrar en la casa, para evitar posibles contagios en la convivencia con ellos. La patrona pasó a dejar los bichos fuera de casa… ¡creo que en buena hora, pues el gato enfermo está cada vez peor!... Tiene momentos en que entra en crisis y parece que está agonizando, para luego revivir… ¡Me parece que ese ahí tiene más de “siete vidas”!… La boca del bicho está siempre abierta y esparciendo babas por todos los lugares que pasa, incluso por la casa que ya estaba acostumbrado a frecuentar, y la cual invade así que te descuidas en dejar la puerta abierta…
Unas cien veces por día oigo a la nueva patrona diciendo: -¡Pobrecito del bicho!... y otra docena de veces la oigo preguntar: -¿Cuándo Dios lo llevará?... Como el bicho tiene dificultades para tragar los alimentos, la patrona desmenuza los mismos y se los da en la boca… Tengo que tomar alguna decisión, ya que la patrona no la toma… ¡eso me llevó el sueño esta noche!...

Esa circunstancia actual, me trajo a la memoria situaciones semejantes que ya vivencié en el pasado… Hace poco más de 20 años atrás, yo vivía en San Bernardo del Campo, en una villa en la que tenía 16 moradores, dividida por una calle de salida única… Los críos vivían jugando en la calle, pues solo los residentes usaban la misma… Pero llegó una hora en que algo perturbó la paz de la vecindad: la presencia de un perro abandonado que se instaló en la calle y que estaba siendo literalmente devorado por la sarna… La preocupación de los vecinos fue general, con una mezcla de compasión por el bicho y temor de los niños contraer la misma enfermedad… Fueron varias semanas, yo oyendo los mismos comentarios: -Necesitamos tomar alguna decisión... Mientras continuaban alimentando el bicho: Todos esperando que algún vecino tomase la decisión… ¡Yo también!...

Algunos años antes de esa circunstancia, yo había pasado por otra situación que me hizo conocer los efectos de esa enfermedad en primera mano… Fue cuando mi hijo mayor tenía 6 meses de edad… Él empezó a presentar problemas en la piel… El diagnóstico médico fue alergia… Empezaron a dar remedios para el mal, pero el crío estaba con la piel cada vez peor… Cambiamos de médico varias veces, pero el diagnóstico y el tratamiento era igual… ¡Y el chico cada vez peor!... Con 8 meses de edad el cuerpo todo estaba tomado de erupciones, el rostro todo deformado (la región de los pañales era la única libre del mal, lo cual años más tarde me llevó a descubrir la existencia de un “remedio milagroso”, no solo para la piel, como para problemas intestinales: citado en http://angelaguinaco.zip.net archivo 13 /08/2006 a 19/08/2006, ¿E tu barriga, como va?, después de Don Quijote en Acuario y Solaris II)… Los comentarios de los vecinos tampoco eran animadores: -Pobrecito del chiquillo, él está tan deformado… ¡y eso parece irreversible!…
Mi mujer, cansada de su peregrinación por los consultorios médicos, llevó el chico para una medium espírita… ¡Esta dijo que el chico estaba con sarna, y recetó un remedio contra ese mal!...
Nos extrañó, pues no teníamos animales en casa y ni nos acordábamos de alguna vez que el chico podría haber estado próximo de algún animal… Como yo también empecé a sentir el mismo problema en la barriga, pensamos que el diagnóstico de la médium podría estar correcto, y el chico podría haber se contagiado en el transporte público, contaminado por algún ser humano con ese problema de piel… Apliqué el remedio en mí en primer lugar, y a mucho costo conseguí aguantar el dolor que él causó en la región afectada: parecía como si estuviese aplicando alcohol en una herida de gran extensión…
Después apliqué el remedio en el chiquillo: ¡Este enloqueció!... Se retorcía como si estuviese poseído por el diablo… Después de casi una hora, él consiguió recuperar un poco la calma… y pasó a tener miedo de mi cuando me aproximaba de él, pues fui yo quien le aplicó el remedio…
Al día siguiente, cuando me aproximé del chico con el frasco del ungüento en la mano, este entró en pánico… Pedí a mi mujer para sujetar el chico y así poder aplicar el remedio, pero ahí fueron madre e hijo que entraron en desespero… Ella cogió el chico y salió a la calle llevándolo con ella… Recorrió varias farmacias de la ciudad, buscando un remedio para sarna, pero que fuese más ameno que el recetado por la médium… volvió con una pomada oscura, hecha a base de azufre, que según el farmacéutico tenía efectos más lentos, mas tolerables en la hora de aplicarlos…
El chiquillo tardó más de un año para se curar de la infección de piel y de las deformaciones consecuentes… Luego leí en una enciclopedia médica, que la sarna entre otros ácaros e insectos, pueden provocar erupciones alérgicas de la piel, y esos efectos secundarios camuflar el mal en su origen, que sería la presencia del bicho invasor…

Algunos años después, en la nueva situación citada de la época en que vivía en San Bernardo, yo estaba sintiendo que la pesadilla podría se repetir, sea con mis hijos, o con los hijos de algún vecino… Y yo por allí oyendo todos aquéllos comentarios, que creaban una situación grotesca: ¡Necesitamos tomar alguna decisión!... mientras continuaban alimentando el animal que se había fijado en la calle…
Como los vecinos hablaban y nadie decidía nada, yo, con mi vivencia de vida ya relatada, fui quien tomó la decisión: Un día al amanecer, me aproximé del bicho con un martillo en la mano, y mientras el bicho se arrascaba por todos los lados, le apliqué un martillazo en la nuca y lo enterré…
Parece que alguien me vio y comentaron con mi mujer “que yo tenía mucho sangre frío para hacer lo que hice”… (puede ser que quien hizo el comentario pensó a respecto de mí que yo fuese un “desalmado”, a pesar de no decirlo… ¡Que se le va a hacer!...) Y así resolví un problema que no era solo mío… ¡y ni quedé con remordimientos de conciencia al hacerlo!…

En la situación actual, y la cual esta noche estuvo robándome el sueño, estoy pensando que voy a tener que hacer algo parecido con el gato enfermo a lo que ya hice en el pasado con aquél perro sarnoso…
Alto Paraíso – 3 / XI / 1999.

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