sexta-feira, 16 de julho de 2010

61 - TERGIVERSACIONES


Hoy me recordé de un detalle de mi última visita a España, hace algunos meses atrás... Reví por aquéllos días Santiago Goicoechea, uno de los moldeadores que hicieron los moldes de la Cruz de Bargagain, hace 40 años atrás. Él hizo un comentario negativo sobre mi padre… criticó éste por el hecho de haber pedido para ser enterrado junto con su violín… Dijo que en el próximo entierro en que alguien fue enterrado en el panteón familiar (mi hermano Javier) el violín fue visto podrido… Y con su lengua afilada, que de hace mucho tiempo conocía, criticó el desperdicio que provocó, diciendo que otras personas vivas podrían usar el instrumento que ya no servía más para él… Como yo no vivo en España, y no estaba presente en la ocasión de la muerte de mi padre, le dije que desconocía el hecho, pero que me parecía extraño nadie de mi familia haber comentado nada a respecto del asunto… Yo sabía que mi padre tenía dos violines, y mi hermano Alberto, que es músico, ya había comentado conmigo que se había quedado con uno de los violines, pero a respecto del otro, yo desconocía el destino que llevó…
Al día siguiente, yo estaba saliendo de España para volver a Brasil y comenté con mi cuñada Mari Cruz (viuda de mi hermano Javier) lo que había dicho Santiago. Esta dijo que eso era mentira, pero ya había oído, años antes, algún comentario en ese sentido que se estuvo esparciendo por el pueblo… Ella me dijo que uno de los violines estaba con Alberto, y el otro con ella, esperando que apareciese alguien en la familia con talento musical para dárselo a él…
Hoy estuve reflexionando a respecto de la personalidad de Santiago… Yo conocía bien él, pues fui su ayudante en la antigua Fundición de Alsasua durante varios años… Pensé que hasta podría ser él propio el iniciador del bulo, pues yo conocía las historias dudosas que él contaba, generalmente para denigrar el prójimo y exaltarse a sí mismo…
Él, Santiago, era cazador, y una de sus historias de cazador, estuvo ocupando espacio en los periódicos de España y hasta del exterior, eso en finales de la década de 1950, cuando yo era su ayudante en la Fundición, y sobre la veracidad de la cual siempre tuve mis dudas… Por aquéllos tiempos, él trajo del monte un gato salvaje de más de 10 kilos, muerto, y sin marcas de tiros… Él armó un carnaval a su alrededor, diciendo que había matado el bicho ahogándolo con las manos… Y contaba como realizó tal proeza sin sufrir ni un solo arañazo…
Su perro quedó ladrando en frente de un agujero en unas piedras. Él cogió un palo largo y empezó a atizar en el agujero, en posición de rodillas y con la escopeta apoyada en las rocas… En un momento que desvió su atención para decir al perro que allí no había nada, sintió un golpe en los muslos, y cayó sentado encima del gato, este que salió a toda velocidad del agujero e intentó pasar por debajo de sus piernas… Agarró las patas traseras de este junto con el rabo en una mano, apresó el pescuezo del bicho con las botas, y con la mano libre ahogó el bicho, el cual tenía también las patas delanteras sin operación por estar debajo de las botas. Decía que el bicho saltaba como si fuese un caballo queriendo desmontarlo, pero él resistió sin se “apear” ni se intimidar…
Vi a Santiago repetir esa historia decenas de veces, tanto en la Fundición como por las calles de Alsasua, teatralizando y repitiendo los gestos que había hecho durante la operación… Pasó a coleccionar recortes de periódico de toda España y hasta del exterior (una hermana que vivía en Bélgica le mandó recortes de aquél país) donde aparecía su historia y la fotografía de él con el gato…
Conviví a diario, y durante varios años, con aquélla “figura”, lo que me posibilitó conocerlo bastante bien: él tenía una imaginación fértil, era exhibicionista, siempre queriendo atraer la atención de los otros para sí, siempre dispuesto a “pintar la realidad” a su modo, de la forma que mejor quedase para se mostrar como alguien superior a cualquier otro mortal… Denegría las cualidades ajenas para poder realzar más las propias…
Yo siempre dudé de la veracidad de la historia, pues conocía bien sus fallos de carácter… Personalmente, yo colocaría esa historia en una colección de Historias fantásticas de cazadores y pescadores en vez de hacerlo en una colección de casos reales y verosímiles… Me parece que esa historia nació del encuentro de un gato montés viejo y moribundo con un cazador fantasioso y exhibicionista…

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