quinta-feira, 4 de novembro de 2010

91 - SOBRE JAGUARES Y ANACONDAS

Hoy me acordé de un detalle que complementa lo que escribí ayer sobre bichos salvajes.
Cuando yo llegué a la Hacienda Matão, en inicio de 1997, después de muchos años que no iba por allí, encontré Freddy como único residente en la sede de la hacienda, este con mínima actividad física, y por lo que conseguí entender con el pasar de los días, esperando por “señales de los cielos” para cumplir su “misión” sobre la Tierra y presentarse al mundo como el Avatar de la Nueva Era (la tal “misión” sería un Mensaje para comunicar a la Humanidad, que repetiría básicamente la filosofía de la Rosa Cruz Aurea, esta de la cual era miembro disidente, mezclada con algunos puntos de vista personales, estos con caracteres “lunáticos” propios de la personalidad perturbada que el sujeto presentaba).
Cuando yo llegué, la casa se mantenía en pié, pero corría peligro de desplomarse a cualquier momento: El tejado estaba con mucha madera podrida y con muchas goteras, cuando llovía de forma intensa, el agua entraba en la casa por la puerta del lado Este y salía por la del lado Oeste, puertas y ventanas estaban todas destrozadas (obra de una cuadrilla de bandidos enviada por un vecino que presionaba los otros vecinos más débiles por medios violentos para expulsar estos y luego él se instalar en el lugar con la alegación de que el propietario “había abandonado” el sitio)…
¡Pasé a vivir junto con Freddy, en una casa sin puertas ni ventanas y con el techo amenazando caer encima de nuestras cabezas a cualquier hora!… A pesar de estar todo abierto noche y día, ningún bicho vi queriendo entrar allí…
Pocas semanas después de mi llegada, Freddy fue para Fortaleza, que era la ciudad donde vivían sus parientes, para arreglar la dentadura, y yo quedé solo por allí durante 4 meses…
En aquél tiempo, conseguí arreglar puertas, ventanas y el tejado, además de hacer una zanja alrededor de la casa para desviar el agua de las lluvias. También derrumbé matorrales y plantas invasoras que estaban dominando cada vez más el territorio de las plantas fructíferas… Intenté también plantar algunas cosas en la huerta, pero no tuve resultado, pues las cotías (un roedor salvaje de gran porte) comían todo lo que yo plantaba…
Por aquéllos días es que vi algún bicho salvaje dentro de casa: cotías principalmente, las cuales invadían la casa en los momentos que veían alguna puerta abierta y todo en silencio en el lugar. También entraron dos raposas, para cazar una cotía que estaba dentro de la casa, mientras yo estaba del lado de fuera y a unos 50 metros de la casa… Entró también un lobo-guará, un día que yo había ido a la ciudad: entró y salió por una ventana abierta de la cocina y llevó un tarro de azúcar, que luego abandonó por las inmediaciones porque no consiguió abrirlo… Por encima del tejado andaban a veces bandos de “monos –prego” que llegaban a comer algunas frutas que había alrededor de la casa. Estuvo rondando también la onza, como ya fue dicho ayer, y una anaconda de unos 4 m, que cazó una cotía en el riachuelo que pasa por el fondo de la casa… Incluso, unos cinco minutos antes de la serpiente efectuar su caza, yo había estado en aquél lugar limpiando los dientes: seguramente que el bicho ya estaba allí y me vio, pero no me atacó porque no era por mí que esperaba y sí por las cotías… También tuve que impedir la entrada en la casa de otras culebras menores que andaban intentando invadirla, y tuve que matar algunas ratas que la invadieron…
También muchas noches pasé por aquéllos días en una meseta que existe encima de unas rocas en la parte de arriba del valle donde se encuentra la hacienda: yo dormía en una pequeña tienda de campaña y vigilaba el cielo en vigilias nocturnas, intentando rever luces misteriosas que había visto algunos años antes, en la vez anterior que viví en la región… En todas las noches que pasé en la barraca, ningún bicho se aproximó a pesar de que ellos seguramente sabían que yo andaba por allí: ¡Hombre no hace parte del menú de los bichos salvajes de Brasil!...
El mayor peligro real con bichos salvajes en Brasil, por el número de muertes que causa, es la picada por la culebra surucucú. Esta es una serpiente entre tamaño pequeño y medio, muy venenosa, muy agresiva y muy rápida en el ataque. Varias veces me encontré con ellas en el monte, e incluso en los alrededores de la sede del Matão y así que las vi salí rápido de sus proximidades, incluso una vez ya fui atacado por una, pero yo fui más rápido que ella en la retirada y no consiguió me morder: ¡si no andas con todos los sentidos en estado de alerta cuando andas por los montes, existen reales posibilidades de salir malparados con ellas!...
Ya la posibilidad de ser atacado por “onza” es más remota… La posibilidad mayor que existe me parece que debe ser si te aproximas mucho de ellas antes de percibir su presencia, y estuvieren con crías pequeñas… ¡Espero nunca pasar por esa circunstancia en mis andanzas por los montes y montañas!...
Ubatuba – 11 / XI / 2.000.

Nenhum comentário:

Postar um comentário