quarta-feira, 3 de novembro de 2010

90 - EL BICHO MÁS PELIGROSO

Hoy estaba pasando en la TV, una película basada en el temor que los bichos salvajes despiertan en los hombres. Ese miedo tiene el carácter de herencia ancestral, “memoria genética”, residuo en el “inconsciente colectivo” de memorias pasadas por nuestra especie, o cosa así… Hoy en día, me parece que son los bichos que tienen más razones para temer el hombre que lo contrario…
Hasta por aquí, en Ubatuba, que es un lugar más “civilizado”, me andan avisando que no puedo andar por los montes tan desprevenido como me ven entrando por ahí, en el “medio agreste local”…
La misma cosa por allí, en Alto Paraíso, que es un lugar más “salvaje” y lejano de la civilización, por donde tengo costumbre de meterme y andar lejos de las ciudades por largos periodos de tiempo… Yo se que no tiene justificativa ese miedo que actualmente las personas todavía tienen de los “bichos salvajes”…
Dos décadas atrás, un conocido de Alto Paraíso, Nucha, que en la época era Guarda Forestal del Parque Nacional de la Chapada de los Veadeiros, me decía que yo era “loco” por andar solo y desarmado por los lugares que tenía costumbre de andar… Él decía que aquéllos lugares estaban “llenos de onzas” (pumas y jaguares)… Yo bromeaba con él, diciendo que no tenía suerte, pues quería verlas y todavía no las había visto… Él decía que yo no las había visto, pero con absoluta certidumbre ellas me habían visto a mí… Él me aconsejaba a no andar solo y desarmado por aquéllos lugares…
En aquélla época andaba mucho, a veces me quedaba por aquéllos lugares varios días seguidos, en la región de la meseta entre los valles de Matão y San Pedro y ya estuve mucho también por este último, antes de ser colonizado (actualmente el Senador Michel Temer parece que colocó gente a su servicio para tomar “derecho de pose” del lugar)…
El único lugar donde oí rugir las “onzas”, fue en la sede del Matão, hace tres años atrás, en una época que pasé varios meses por allí solo, cuando el residente habitual, Freddy, fue para tratar de la dentadura en Ceará, el lugar donde vivían sus familiares. Por tres veces y durante la noche las oí rugiendo: en las tres ocasiones estaba lloviendo y a pesar de que no las vi, imaginé que rugían para el lobo guará, este que siempre andaba circulando alrededor de la sede de la hacienda (en estado de semi-abandono esta) y que ambos disputaban el lugar para se proteger de la lluvia (cosa que seguramente hacían en las muchas ocasiones en que la casa estaba sin nadie dentro, cuando los “bichos” utilizaban el local para se guarecer de la lluvia)… Incluso, el guará era bien más atrevido que el puma, pues ya llegó a invadir la casa con gente dentro para robar azúcar de la cocina…
Hasta tengo una historia graciosa que ocurrió en Alto Paraíso hace dos años atrás…
Era un domingo en que el Gobernador del Estado había llegado en la ciudad para inaugurar algunas obras públicas. En la parte de la tarde encontré una conocida, la cual ocupaba un cargo en el ayuntamiento, en la calle, y llevando una máquina fotográfica en el pescuezo… Le pregunté sobre lo qué iba a hacer fotos, y ella me contó la historia… En aquélla madrugada, la ambulancia del ayuntamiento estaba volviendo de Brasilia después de llevar un paciente para el hospital de la Capital, cuando cerca ya de Alto Paraíso “tropezó” con una “onza”, matando esta, pero también la ambulancia quedando destrozada por haber rodado por un barranco en el intento del motorista de evitar la colisión… Por la mañana el alcalde le contó al Gobernador el “episodio” de aquélla noche, diciéndole también, que aquélla era la única ambulancia que el ayuntamiento tenía, y que se habían quedado sin ninguna… El gobernador dijo que él mandaba otra ambulancia nueva, si le mandasen fotografías de la “onza” muerta junto con la Ambulancia destruida… Ahí el alcalde, en la parte de la tarde, mandó esa funcionaria, junto a otros funcionarios, a juntar las partes del “desastre” y registrar todo en fotografías para enviar al gobernador… Ella todavía me invitó a acompañar al grupo… Ahí yo le dije que si fuese a hacer fotos de onzas vivas, me gustaría de acompañarla, pero de hacer fotografías de onzas muertas no iría a tener ningún gusto, por lo que no la acompañaba…
Pongo mi vida en las manos de Dios, pero para decir la verdad, me siento mucho más seguro andando por una “selva salvaje” que por algunos barrios más violentos de nuestras humanas ciudades…
Ubatuba – 11 / XI / 2000.

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