quarta-feira, 17 de fevereiro de 2010

21 - SUICIDAS Y ASESINOS


Algunos días atrás, registraba mi “tendencia para el suicidio” como siendo más fuerte que mi “tendencia para el asesinato”. Hoy me estaba acordando de episodios de mi vida en que mi impulso para la “segunda tendencia” anulaba y substituía la primera… ¡Es cuando me siento víctima de abusos por parte de algún “sinvergüenza descomunal”!... Cuando me encuentro en un “conflicto de intereses” con los otros, si estos presentan razones justificables dentro de sus “puntos de vista egocéntricos”, aún que me sienta perjudicado, prefiero salir perdiendo para evitar riñas…
Pero ya enfrenté situaciones, en que mi antagonista adoptaba posiciones excesivamente abusivas, excesivamente egocéntricas y de total falta de respeto y consideración para conmigo, ocasiones esas en que se manifestó en mi el “instinto asesino”: ¡Quedaba con enormes ganas de descuartizar a mi oponente!...
Incluso, me acordé de una situación en que faltó poco para “hacer picadillo” de un “caradura”…
Eso ocurrió 30 años atrás, en España, poco tiempo antes de yo venir para Brasil… Tuve problemas con el motor de mi coche y lo llevé para un taller para hacer la retífica del mismo… Pagué por el servicio “efectuado”, pero cuando recibí mi coche y lo sometí a prueba, comprobé que el motor fallaba igual que antes… Llevé el coche para un mecánico de confianza, este desmotó el motor y comprobó que el servicio por el cual yo había pagado, no había sido hecho… ¡Exploté de odio por dentro contra el sinvergüenza!... Quedé con ganas de matarlo…
Mi madre tenía problemas del corazón. La familia sabía por los médicos, que si diésemos un disgusto para ella, eso podría ser de consecuencia fatales…
En consideración a ella, recurrí a un abogado conocido para que me aconsejase sobre “formas menos violentas de venganza” que aquélla en que anduve pensando en principio… El abogado me aconsejó a no procesar el mecánico, pues aún mismo que ganase el proceso, iba a salir perdiendo por causa del precio del proceso. Me aconsejó a entrar en algún tipo de acuerdo con él, para salir perjudicado lo mínimo posible…
No fui directo a hablar con el “caradura” y anduve haciendo sondajes por las vecindades para conocer mejor el sujeto. Por lo que entendí, el tenía un histórico pesado de reclamaciones y riñas con clientes que se sintieron perjudicados en los servicios realizados por el sinvergüenza: ¡Yo fui apenas uno más entre otros muchos perjudicados!...
Decidí ir a buscarlo llevando una navaja en el bolso… Con el pretexto de que él necesitaría oír el ruido del motor en rodaje por carretera, lo llevé conmigo para un descampado, paré el coche y le dije abiertamente que yo había descubierto que el me había cobrado por un servicio que no había hecho. Él juró de pies juntos que el servicio había sido hecho y que tenía como demostrar eso a través de facturas que estaban en el taller.
Volvimos para el taller, donde me enseñó piezas viejas que decía que eran de mi coche y me presentó también facturas diversas, pero no era nada conclusivo que demostrase la ejecución del “servicio realizado”. Ante mi insistencia y argumentaciones, al fin dijo que el servicio había sido hecho en un taller especializado, pero sin emisión de facturas y apenas con base en canje de servicios entre los dos talleres… Me dio la dirección del otro taller para hacer allí mis averiguaciones. Yo fui, pero no conseguí la confirmación de lo que él decía…
Volví, y lo enfrenté diciéndole que quería pruebas conclusivas, que yo no iría a salir del taller mientras él no me las presentase. Él también me enfrentó, reconociendo que realmente el servicio no había sido hecho y que saliese de allí por las buenas, pues si no iría salir “a palos”. Le dije que no podía me agredir. Él respondió que allí era el dueño y allí dentro hacía lo que le daba la gana… Todavía le pregunté si conseguía dormir tranquilo con procedimientos como el que estaba teniendo conmigo. Él respondió que muchas veces en la vida había sido perjudicado por los otros y que ahora era mi hora de salir perjudicado… Metí la mano en el bolso, empuñe la navaja sin sacarla, le miré fijamente y todavía le dije: -¿Y tu piensas que además de me engañar, todavía me vas a dar una zurra y a ti no te pasará nada?
El desarmó la actitud agresiva, se retiró algunos pasos y todavía dijo: - Toma las medidas que quieras, yo tengo otras cosas para hacer… Dio media vuelta y volvió a sus quehaceres.
Yo todavía quedé en la puerta del taller por unos cinco minutos, con la mano armada en el bolso, y pensando que si matase el sujeto, podría estar matando a mi madre también…
Me fui con el presentimiento de que nada más tendría a hacer para me resarcir del perjuicio… Todavía quedé recordando el poeta Gustavo Adolfo Becker, que en uno de sus versos pide disculpas si alguna vez hizo algún mal a alguien, que solo está haciendo circular el veneno del mundo que él también se vio obligado a beber… El fulano no tenía estilo de quien leyese poesía, pero al estilo rudo de él, usaba argumentos parecidos a aquellos usados por el poeta.
Hay también dentro de mí un asesino potencial: ¡El otro día, cuando decía que mis tendencia naturales son de un suicida y no de asesino, no me acordaba de aquél episodio de mi pasado!...
Me consuelo con el recuerdo de las palabras de Krisnha a Arjuna: -Tienes que coger en armas e ir al combate. No puedes dejar de desempeñar tu papel en el drama. .. Pero bien en el fondo de tu corazón, tienes que estar conciente de que “nadie mata, nadie muere en realidad, la muerte de la forma no significa la muerte de la esencia”… Algo así, aproximadamente, consta del texto sagrado hindú del Bagavad Gita
30 / VIII / 1998. Alto Paraíso.

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